09 junio 2006

Propuesta de Resolución.

Firma invitada:
Natalia Pastror.
Licenciada en Derecho.


Qué verdad es que hasta que no pita el árbitro, no termina el partido y eso es lo que ha ocurrido con el Debate. Rajoy fue el Rajoy esperado en la primera sesión y Rodríguez Zapatero, el de siempre. El jefe de la oposición mostró sus habituales habilidades retóricas y oratorias, agudeza mental, claridad de criterios, sentido de la realidad y nos dio la clave para entender la extraña postura de la jornada anterior. Dicen que de sabios es rectificar y, aun manteniendo muchas afirmaciones hechas, es de justicia atemperar la crítica a Rajoy. Hizo lo que debía hacer según su sentido de la responsabilidad política del jefe de la oposición y de la lealtad a y confianza en el presidente del Gobierno con relación a un tema trascendental para el país. Su culpa fue relativa –pecó de excesivamente magnánimo y generoso-, el problema estribó en que Rodríguez Zapatero, una vez más, mintió; así se demostró cuando Rajoy afirmó que le había asegurado que no se trataría la cuestión terrorista y Zapatero no lo negó y se sigue evidenciando cuando Blanco se disculpa por haber ocultado la reunión prevista por el PSE y anunciada por Patxi López.
Sin embargo, la posición decidida, firme e inamovible del PP en el Parlamento ha terminado de abrir las puertas a la esperanza que se vislumbró tras la entrevista posterior al primer día del Debate. Gracias, Rajoy, por no rendirse y constituirse en baluarte defensivo de España como Estado de Derecho. Sólo añadir que usted sí fue objeto de engaño, por su buena fe, aunque comprendo su postura ahora que sabemos la mentira de Zapatero y cómo se la jugó.
El presidente del Gobierno no fue capaz de desmontar las manifestaciones de Rajoy y es que era imposible. Contó incluso con la inconmensurable ayuda de Llamazares –paradigma de la figura del monito de repetición (repite textos, repite frases, repite actitudes...)- pero cuando la premisa de la que se parte para construir una teoría es errónea o falsa, ésta cae por su propio peso. La idea básica y eje de la argumentación de ambos era que si cuando los gobiernos anteriores mantuvieron reuniones y contactos con Batasuna y la ETA (las distingo porque en aquellos momentos eran consideradas entes diferentes) recibieron el apoyo de todos los grupos, por qué se les critica ahora a ellos. Pues bien, las comparaciones son odiosas, máxime si lo que se está comparando son circunstancias absolutamente dispares:
1. Naturaleza jurídica de HB. Es cierto que los gobiernos anteriores se reunieron con HB pero entonces era un grupo político más, no estaba ilegalizada; lo que hace inasumible e inaceptable jurídicamente esta reunión es que hoy, Batasuna, es una agrupación ilegal e identificada como terrorista con la ETA, y esto es una diferencia fundamental pues, bajo ningún concepto se le puede dar carta de naturaleza como interlocutor, mucho menos cuando quieren ser ellos los que fijen condiciones, plazos, etc. Es más, desde el Gobierno se afirmaba con ocasión de las manifestaciones que quería llevar a cabo Batasuna, que no existía, que no era nada ni nadie, entonces Patxi con quién se pretende reunir, ¿con nadie?. Patxi, háztelo ver.
2. Normativa. Cuando se produjeron los contactos no estaban vigentes ni la Ley de Partidos ni el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo (esa magnífica propuesta de Zapatero), que expresamente los prohíben.
3. No se estaba tramitando un Estatuto de Cataluña como el que quieren aprobar, tan estrechamente vinculado al tema de ETA que la negociación se ha postpuesto a la celebración del referéndum.
4. Los contactos se realizaron por representantes del Gobierno, ¿acaso se ha otorgado a Patxi López esa condición?.
5. La ETA estaba bajo mínimos y no se le había hecho concesión previa alguna. ¿Desde cuándo no se detienen terroristas en España, a diferencia de Francia?; será que se han trasladado todos allí...
Por todas estas razones y otras que seguro se me escapan, no se pueden llevar a cabo esos encuentros.
Otra evidencia que se constató en el Parlamento fue la soberbia y la sensación de yo tengo el poder del presidente. Se produjo en su última intervención, tras la reprobación mostrada por militantes del propio partido socialista y por víctimas del terrorismo y tras probarse la inconsistencia de sus planteamientos; en ese momento arguyó que todo le daba igual porque la política ¿anti?terrorista la fija el Gobierno. ¡Muy dialogante!¡Asombroso!. Pero hay otro aspecto muy revelador que se extrae de la observación: el lenguaje no verbal, ¿a qué recuerda esa mano abierta movida lenta y displicentemente sino al gesto de los emperadores romanos ordenando silencio a la masa que debía callar, o en señal de perdonar la vida a alguien despreciativamente?.

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