Impresentable Garvín.

Reconozco que tuve cierta debilidad por Paula Garvín cuando ejercía de oposición en el Ayuntamiento de Sevilla. Aportaba, en los debates políticos, lo que suele faltar en esos casos, el sentido común . Un pelín demagoga, pero siempre al tanto del sentir de la calle, amable con todos, asequible y especialmente cercana a los medios de comunicación. Era Paula Garvín, personaje que nada tiene que ver con la actual segunda teniente de alcalde del Ayuntamiento de Sevilla. Garvín, de la marginalidad politica, pasó al gobierno por aquello de los pactos más o menos confesables. Desde entonces y hasta hoy, doña Paula ha ido evolucionando, desbarrando dirían algunos, hacia un personaje siniestro de la politica municipal que se limita a gestionar poco, gastar mucho y tapar todas las verguenzas, que con muchas, de este gobierno municipal. Dando amparo a la corrupción, cobertura a su concejal de Botellonas y Brigadistas, y tapándose la nariz cuando no mirando hacia otro lado ante las tropelías del gobierno del que forma parte. Paula Garvín ha terminado por perder el norte en sus ultimos meses como política en activo, al menos en el Ayuntamiento. Y Garvín pierde los pocos papeles que le quedan - los ha ido perdiendo desde el desalojo de los chabolistas de Los Bermejales y hasta hoy - cuando los periodistas le preguntan por algunas irregularidades, como los 600 euros que ha cobrado Emilio Carrillo por participar en unas conferencias en la Universidad enmarcadas en los presupuestos participativos, ese proyecto en el que nadie participa, que no sirve para nada más allá de aliviar aún más las arcas municipales. Pues bien, ayer, doña Paula, preguntada por los periodistas al respecto, no tuvo mejor ocurrencia que, en un gesto de soberbia impresentable, arremeter contra los periodistas asegurando que nosotros también nos hemos beneficiado de los subvenciones municipales a la Universidad. Garvín olvida que la Universidad se financia gracias a los impuestos que pagamos todos los andaluces, incluidos los periodistas, a los que Hacienda pega un importante bocado a la nómina cada final de mes. Impuestos que van para la Universidad y para el bolsillo, oiga, de la propia Paula Garvín, que ha perdido un momento fantástico para callarse. Y es curioso. Doña Paula lleva años callando y, cuando habla, lo hace para arremeter contra la prensa con menos argumentos que un ladrillo. Paula Garvín fué un gran activo de la oposición, pero es una impresentable miembro de un equipo de gobierno que, dicho sea de paso, no destaca precisamente por su brillantez. Y puestos a decir quien se beneficia de qué, bueno será que en estos ultimos meses de mandato, comprobemos a qué ha dedicado el tiempo y los recursos de todos los sevillanos para dirigir unas parcelas de gobierno que los sevillanos le negaron en las urnas. Al menos nos queda el consuelo de su marcha.